lunes, 14 de diciembre de 2009

Ventana al caos. Castoriadis

Quería compartir esta lectura:

En el mundo de la vida podemos preguntar, y preguntarnos: ¿Por qué…? O: ¿Es cierto qué…? La respuesta a menudo es incierta. ¿Qué es aquel objeto blanco que está allá? Es el hijo de Cleón, dice Aristóteles, “Resulta que ese objeto blanco es el hijo de Cleón, pero nosotros no preguntamos lo que pregunta Aristóteles: ¿Qué es ver? ¿Qué es eso que se ve? ¿Qué es el que ve? Menos aún: ¿Qué es esta pregunta misma? ¿Y la pregunta?

En cuanto nos preguntamos esto, el paraje cambia ya no estamos en el mundo de la vida, en el paraje estable y en reposo –aunque fuera presa del movimiento mas violento-donde podíamos pasear nuestra mirada según un antes y un después ordenado. La luz de la planicie ha desaparecido, la montañas que la delimitaban ya no están ahí, la risa innumerable del mar griego de ahora en mas es inaudible. Nada está simplemente yuxtapuesto, lo mas cercano y lo mas lejano, las bifurcaciones no son sucesivas, son simultaneas y se interpretan. La entrada en el Laberinto es inmediatamente uno de sus centros, o mejor dicho, ya no sabemos si es un centro, ni lo que es un centro. Por todos lados desfilan las galeras oscuras se enredan con otras que no se sabe de dónde vienen y acaso no van a ninguna parte. No había que dar este paso, había que permanecer afuera. Pero ya ni siquiera estamos seguros de no haberlo dado desde siempre, de que las manchas amarillas y blancas de los asfódelo que vuelven a perturbarnos por momentos hayan existido en otra parte que no sea en la faz interna de nuestros párpados. La única elección que nos queda: penetrar en esta galería antes que en aquella, sin saber a dónde podrán llevarnos éstas, sin saber si nos traerá eternamente a está misma encrucijada, o a otra que sería exactamente igual.

Pensar no es salir de la caverna, ni reemplazar la incertidumbre de las sombras por los contornos recortados de las cosas mismas, la luz vacilante de una llama por la luz del verdadero Sol. Es entrar en el Laberinto, más exactamente hacer ser y aparecer un Laberinto, mientras que uno hubiera podido quedarse “echado entre las flores, con la cara al cielo”. Es perderse en galerías que no existen más que porque las excavamos incansablemente, es dar vueltas en el fondo de un callejón sin salida cuyo acceso cerró tras nuestros pasos, hasta que esta rotación abra, inexplicablemente, fisuras practicable en la pared.

Seguramente, el mito quería significar algo importante cuando hacía del Laberinto la obra de Dédalo, un hombre.

creo que nos cruzamos en este momento con Castoriadis

Mariana F.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Dualidad

Estaba acostada (porque me volvió a levantar fiebre) y me puse a pensar algunas cosas. En el texto que escribí antes planteé una oposición entre el mirar y el no mirar, entre la búsqueda y la comodidad. Y me di cuenta que inconscientemente caí en una oposición de situaciones, cuando en realidad no estamos hablando de oposiciones, sino todo lo contrario.

Está bueno que pase eso, que lo que un día nos cierra, al otro día ya no. Y me puse a pensar cuál es el entre de esa dualidad.

Por ahora, creo que ese entre está en lo que hablamos... En que miro, y busco, y me cuestiono, pero no sé si es lo definitivo, no sé si es lo mejor, y ahora no sé si es lo más delicioso, porque en el entre está el miedo, la duda, la inconformidad, la ruptura y el vacío. Y aparece lo que charlamos ayer: talvez "los que se cuestionan las cosas son (somos) personas menos felices", pensamos demasiado, estamos en una incomodidad constante. Nos preguntamos para qué pensamos, entonces ya no estamos sobre nada firme. No puedo decir que estoy en búsqueda, porque es algo que también a veces cuestiono.

“Es como si nunca pudieramos quedarnos seguros sobre algo concreto, algo sobre que construir. Es como no encontrar la paz. O tal vez haya que encontrarla en el simple hecho de pensarnos pensantes?”

¿Dónde está la paz? Si a mi no me resulta cómodo amoldarme (todo lo contrario: me impacienta lo concreto, lo seguro), entonces creo que mi felicidad pasa por la búsqueda. Y aunque “el vacío no es en absoluto confortable”, nos puede confortar más que lo concreto. Pero no es tan simple decir "pienso o no pienso", "cuestiono o no cuestiono", "prefiero el vacío o lo concreto". No hay dos situaciones opuestas tan definidas, hay un entre con infinitas posibilidades.

Talvez es cuestión de que cada uno trate de ir ubicando su propia paz en ese espacio; más cerca de un polo o de otro, pero siempre en el entre.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Entre

Sabemos que el adjetivo intimo proviene del relacionante “entre” y que, por tanto, habla de cierta relación con el espacio. “Estar entre” implica una situación en un entorno espacial.


Sabemos que lo íntimo es la forma superlativa de lo interior. Se dice que el hombre habita en la intimidad del hogar, aquel espacio que ha establecido unas fronteras prácticamente infranqueables respecto al entorno. “Estar entre” implica pues una posición fuerte, segura y densa respecto al mundo. Esta forma de la intimidad es la intimidad como cierre del espacio, como retención, como contenedor, como lugar de las posiciones.


Sabemos, por otro lado, que lo íntimo es un entre del espacio. Entonces, si enfatizamos no ya la sustantivación de lo íntimo, su corporeidad sino su carácter de nexo, de relación, descubrimos otra intimidad, que parte de la consideración de lo íntimo como una forma de relación del hombre consigo mismo y con el mundo. Es lo que no veremos nunca mirándonos al espejo. Un espacio interior que no es espacio, sino la relación entre espacios, toma la forma de la grieta, de la hendidura. Es la fractura interior que abre un vacío, un agujero del que surgimos. No es, en consecuencia, nuestra identidad, que tomaría la forma de objeto, de posesión, sino una abertura en el fondo de nuestro interior. Un no espacio que no se puede, por lo tanto, cartografiar. ¿Puede ser la abertura una forma de vivir la interioridad del mundo que nos permita establecer relaciones íntimas con lo que nos rodea? Si poner fronteras al entorno con el fin de ocultarnos nos lleva a un interior aun más denso, tal vez abrir grietas, hacer vacío nos puede permitir, sin huir del interior, empresa imposible, vivir en esta casa como seres invisibles. Cabe decir que este íntimo como vacío no es en absoluto confortable, porque no puede ser nunca una base, un soporte o una cueva protectora. Habitar la grieta exige más bien ir llevando la vida huyendo de la identidad sólida.

GLORIA MELICH. REVISTA QUADERNS 226. JULIO DE 2000

Lao Tse "El Tao para todos"

En el vacio esta lo esencial

Treinta radios convergen
en el eje de la rueda
pero es su vacio
el que la hace util

Se recoge arcilla
y se modela la vasija
pero es su vacio
el que la hace util

Se abren puertas y ventanas
al edificar una casa
y es el vacio interior
el que la hace util

Ruptura

Una palabra, una frase, una imagen.
Algo nuevo irrumpe en nuestro mundo, nos despierta de un sacudón y nos levanta de prepo de nuestra mullida comodidad.

Nos sacude fuerte, nos golpea y finalmente nos rompe, nos hace trizas.
Lo conocido desaparece, se esfuma, nos deja solos.

Y aparece el vacio.

El odioso, incomodo, ensordecedor vacio. con tanta luz que nos deja ciegos, nos marea, nos perturba.
Y hasta da miedo.
Este vacio no es mas que un enorme agujero en el que estamos completamente solos y en el que no hay gravedad. Como en el espacio.
Y justamente es ese vacio el que nos da espacio.
Espacio para construir lo nuevo en medio de los escombros de lo viejo.

Buscamos esa ruptura?
O nos sorprende?

Creo que la buscamos. Conciente o inconcientemente.
Y es que la necesitamos!
Porque ese vacio incomodo e inestable, que nos obliga a buscar para encontrar tierra firme nuevamente, es adrenalina.
Nos pincha, nos acelera, nos perturba.
Y nos hace sentir vivos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Pensar demasiado

Despues del encuentro de hoy me quede, como siempre, pensando.
En este caso, lo que quedo dando vueltas en mi cabeza fue ese chiste que hicimos sobre que "los que se cuestionan las cosas son (somos) personas menos felices".
Menudo dilema. Me gustaría retomarlo desde aqui:

En mi caso particular puedo asegurarles que me cuestiono absolutamente todo: lo que veo, lo que escucho, lo que siento, lo que me dicen, lo que digo, lo que pienso, lo que hago...nunca de manera negativa o destructiva. No no. Al contrario: intento que lo que se rompe en mi de lugar a algo nuevo. Sale naturalmente, me resulta inevitable.

Ayer lei por ahi, en una entrevista: "...mi padre me enseñó algo o un poco (o mucho) de espiritualidad. No es que él sea muy zen ni muy relajado (piensa demasiado), pero desde siempre se cuestiona el asunto y el sentido de todo esto, de estar acá, de dónde venimos, hacia dónde vamos..."

Que significa pensar demasiado? ?????
Esta es una frase que escucho seguido.
Mi hermana me dijo una vez que si quiero ser feliz, me tengo que relajar y pensar menos. De que me habla? Digo...no se refiere con ese pensar a ese estar ENTRE posturas y puntos de vista distintos?
Creo que si.

Y esa inquietud, ese estar ENTRE cosas, entre ideas, entre posturas politicas, religiosas, sociales, economicas, entre debates filosoficos, entre sensaciones...esa busqueda constante, incansable, inconformista (aunque ese termino suene un poco negativo) debo confesar que a veces me resulta agotadora, incomoda, me genera ansiedad y me tortura a diario. Es como si nunca pudieramos quedarnos seguros sobre algo concreto, algo sobre que construir. Es como no encontrar la paz. O tal vez haya que encontrarla en el simple hecho de pensarnos pensantes?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mirar

Mirar, que es mucho más que ver. Porque cuando miramos no lo hacemos con los ojos, lo hacemos con todo lo que somos y todo lo que tenemos dentro, lo hacemos con nuestra pasión, con el fuego interno que nos empuja a la búsqueda, con las ganas de ir más allá de lo que vemos.

En cambio, el simple ver es una comodidad, es quedarse con lo que se nos muestra. Pero quedarse con lo fácil no siempre es inteligente. A menudo las cosas buenas nada tienen que ver con la comodidad, sino que nos cuestan unos cuantos dolores de cabeza y nervios en la panza.

Cuando miramos no queremos la comodidad, no queremos lo fácil, no nos conformamos, no nos acostumbramos a las cosas. Acostumbrarse no es bueno, nunca. Buscamos cuestionar, salir de lo plano, entender la profundidad de las cosas, encontrar la esencia, escuchar el secreto del mar.

El mirar es una posición impaciente, alegre y esperanzadora. Es observar responsablemente, concientemente, asumiendo nuestra posición de sujeto pensante ante ese objeto que se nos muestra. Nos involucramos íntimamente con lo que estamos viendo, nos entregamos.

Cuando miramos nos abrimos, el objeto nos atraviesa de punta a punta y debemos comprenderlo para hacerlo propio, debemos pensarlo y re-pensarlo, y procesarlo internamente para escucharlo, saber qué nos dice.

Esto a menudo resulta duro, porque nos hace cuestionar las cosas. A veces el mirar agrieta nuestros preconceptos, poco a poco, hasta destruirlos, y sentimos que se nos rompe el mundo, y dudamos de todo lo que somos y de todo lo que conocemos y de todo lo que creemos, y caemos en un vacío.

Por eso muchas veces evitamos el mirar: esas rupturas siempre son difíciles, y preferimos simplemente ver, aceptar las cosas como son, ser intrascendentes en nuestro vivir. No queremos caer en el vacío. Tenemos miedo al vacío.

Porque el vacío siempre es difícil, y preferimos lo fácil. Queremos un mundo simple, práctico, rápido. Queremos fastfood, y que nos llegue masticada, para tragar lo que venga, sin tener que pensar mucho, sin cuestionar nada, para no encontrarnos con los vacíos.

Lo que no entendemos que es el vacío lo que nos hace evolucionar. Que desde el vacío se puede proyectar, se puede crear, se puede pensar, construir, hacer de todo esto algo mejor. Si no cuestionamos, si no buscamos esa ruptura, si no entendemos las fallas, no podemos cambiar nada. Sólo necesitamos cruzar el mar, sacarnos el miedo (porque el miedo es el cómplice de todos los males del mundo -B.U.), dejar los dogmas, despojarnos de todo lo previo y empezar a mirar.

Las ganas de mirar son algo profundo que surge del amor, de querer entender las cosas con sus defectos y virtudes, sin pensar en destruir, en eliminar, terminar; entender los errores como posibilidad de cambio, de transformación. Mirar es entender la necesidad de evolucionar.

Y no es fácil, nunca es fácil, pero los resultados siempre son más deliciosos.